Olatz Balerdi

Olatz Balerdi

Intente seguir haciendo mi vida lo más normal posible, seguí haciendo deporte adaptándome a mi nueva situación

Me llamo Olatz Balerdi, tengo 34 años y hace tres años y medio que me diagnosticaron Esclerosis Múltiple. Quien me iba a decir que aquella consulta (a la que casi no fui…) iba a ser el inicio de una nueva etapa de mi vida, visitas al neurólogo, pruebas y un resultado para nada esperado. Pero eso sí, la respuesta a todo lo que me pasaba y no relacionaba… cosas de la edad pensaba yo…

La cara de mi familia y mis amigos era un poema: pero si tú, si tú con el deporte que haces… si no paras… difícil de creer, si…

No voy a decir que fue fácil asumirlo porque no lo fue, pero seguí llevando el mismo ritmo de vida que llevaba, hasta que un mes después del diagnóstico me dio el brote más fuerte que he tenido y el que me ha dejado secuelas en las piernas. Fue cuando le vi las orejas al lobo, duro golpe sí, pero la vida sigue y ¿qué hice? Pues intentar seguir haciendo mi vida lo más normal posible, seguí haciendo deporte adaptándome a mi nueva situación y mi gran aliada fue la piscina, allí no apoyaba los pies y era donde mejor me sentía.

Mi hermano me animó a que hiciera una prueba visto las horas que metía y la hicimos los dos. A partir de ahí, empecé a hacer más pruebas, era y es mi motivación. Quien me iba a decir entonces que iba a ser la campeona de Euskadi de la Liga de Gran Fondo con aletas de Euskadi de 2011. No soy buena, pero para mí es un premio ala constancia. Nadé mucho, sí, pero no dejé de hacer aeróbicos en las máquinas del polideportivo, y pasé de no poder subirme a una estática… a comprarme una bici el año pasado y un mes después irme a hacer el Camino de Santiago sola, ¡sí, sola!

Los pequeños detalles nos hacen sonreír y son el mejor cargador de energía.

Salí pensando que me tendría que volver cualquier día a mi casa, pero para mi sorpresa llegué y acompañada de seis personas increíbles. La mejor experiencia de mi vida. Quién me lo iba a decir hace tres años, cuando sólo veía sillas de ruedas…

Todo esto me ha enseñado a valorar las pequeñas cosas y a vivir el día a día. Muchas veces nos metemos en un ritmo de vida que hace que pasemos por encima muchas cosas, pequeños detalles que pueden sacarnos una sonrisa de la cara y es una pena porque es el mejor cargador de energía.

Estoy convencida de que, con lo que se está investigando, muy pronto lograrán, si no curarla, sí pararla.

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